—Señorita.

—Es extraño. ¿Qué está mal con él?

—Es una convulsión.

—Es extraño.

—Es una convulsión, señorita.

Las yemas de los dedos de Griselda tocaron mi cara. La sensación era dura y áspera. Hice contacto visual con Griselda. ¿Una convulsión?

—Si. —Griselda respondió con calma—. Incluso si se ve así ahora, pronto mejorará. Regresemos primero al dormitorio. No podemos hacer nada en esta situación. Así que vámonos.

—... ¿Eso es todo?

¿Una convulsión? Le pregunté estúpidamente de vuelta y me aferré a ella. Griselda, que me sostuvo, se movió con cuidado. El ruido se ha vuelto fantasmal. Las voces de los caballeros se fueron apagando gradualmente.

No se escucharon más gritos, y cuando regresé a las escaleras con Griselda, solo quedaba un silencio estancado. No podía entender la extraña situación, como si estuviera negando lo que vi. Mi cabeza estaba agotada.

—El campo de batalla… —Dijo Griselda—. El campo de batalla es un lugar terrible, señorita. Es un lugar donde suceden cosas horribles como la vida diaria que no podemos imaginar fácilmente. Todos parecen ser fuertes y familiares, pero nadie lo sabe realmente. ¿Quién sabe? No sé cómo se siente.

La voz de Griselda era como una bruma.

—Las amargas experiencias a veces dejan una larga cicatriz en el alma de una persona, señorita. Ese tipo de herida no sana fácilmente. No para todos, por supuesto, pero el dolor de una herida que no cicatriza es como una sombra oculta. Incluso si por lo general esa persona luce bien, un día, de repente, cuando está solo, o en una noche profunda como la de hoy. Se revela lo que está en el fondo.

De hecho, no pude ponerme al día con sus palabras, mi conciencia se había perdido desde hace mucho tiempo. Solo pude escuchar algunas  palabras como heridas, sombras y dolor. Griselda trató de explicar más sobre el ataque, pero lo negué rotundamente.

—Ese tipo de convulsión…

—No... Griselda...

—... Escuché que es algo por lo que pasa la mayoría de las personas, especialmente cuando están dentro y fuera del frente. El joven ha estado peleando desde que era joven, así que no es raro que las padezca".

—Eso es, no... Johann... Entonces, quiero decir…

No podía pronunciar las palabras correctamente. Incluso me sentí mareada, por lo que no pude hablar  correctamente. No pude entender a Griselda. Era similar a mirar en un espejo. Es vago, no hay nada a la vista.

He visto a personas tener convulsiones.

Fue en el apogeo de la guerra Valdemar-Milo. El pobre hombre temblaba como un perro golpeado por un rayo al mediodía cuando la ola de calor bramaba como si fuera un castigo celestial. Su boca estaba llena de espuma blanca alrededor del suelo de tierra caliente del campo de entrenamiento, y sus ojos se volteaban varias veces, dejando solo la mancha blanca.

La voluntad del hombre se perdió y su lamentable cuerpo fue sacudido. Al menos la convulsión que vi fue así. Una convulsión fue algo que provocó un sentimiento tan maravilloso y patético. Pero en el caso de John…

Era casi como un maníaco.

Fue como una semilla que se escapó del granero.


(N/t: Aquí hace alusión al ataque de locura. Al decir que es algo que hace sin ninguna razón aparente, algo que nadie se lo espera, y que deja a los demás desconcertados.)


Sus ojos brillaban perversamente. Los caballeros se agacharon o se acercaron a Johann para presionarlo. Algunos de ellos estaban cubiertos de sangre en la cara.

John parecía no soportar la restricción. No dejó escapar un solo gemido suave o profundo. Como si algo fuera a salir de su garganta. Como si el espíritu lo fuera todo. 

Así como un hombre que no tiene más remedio que tragarse sus entrañas cuando está a punto de vomitar.

Como ave de rapiña que se niega a nacer.

De cualquier manera, las convulsiones no se apartaron de la voluntad humana. Eso lleno de voluntad puede de hecho llamarse convulsión.  De repente pensé en un ataúd de piedra que me puso en duda durante el día. 

El olor rancio del sótano y la sensación de un martillo que era pesado, vinieron a la mente uno tras otro. El sarcófago se rompió con mucha facilidad, a diferencia de su apariencia. 

Piezas ligeras llegaron hasta la parte superior de mis pies y piezas más ligeras volaron como polvo.

¿No me digas que...? Quizás cometí un gran error. No sabía el motivo de mi desesperada ansiedad, así que solo detuve la lengua de la mujer.

— ¿Lo recuerdas? —De repente, Griselda me preguntó. Como si supiera lo del sarcófago, naturalmente deje que continuara y mientras tanto la miraba. ¿Qué? Los ojos apagados de Griselda eran profundos—. Al poeta con una quemadura en la cara.

Ah

Poeta. ¿Poeta?

Me las arregle para deshacerme del miedo. Aunque no podía recordar a los poetas errantes ni a los vagabundos que entraban y salían, no era difícil recordarlo a él. 

Las marcas de quemaduras eran como una placa de existencia.

—Recitó la canción de Arnul. De hecho, me sorprendió un poco. ¿No es Arnul de León? No podía creer que fuera el famoso héroe de guerra. Debió de haber sufrido por tantos años...

Los labios de Griselda parecieron verter agua fría. Mi mente se enfrió en medio de un lío. 

La lengua se soltó rápidamente y encontró su lugar.

—Deberías cuidar tu boca, Griselda.

— ¿Si?

Griselda pareció un poco sorprendida. Negué con la cabeza lentamente.

—Arnul de León. ¿Cómo te atreves a compararlos?

—Lo siento.

—Somos Valdemar.

—Sí.

—Johannes es un Valdemar.

—Sí, señorita.

—No puede ser una convulsión.

—Si.

No dije nada más. Después de eso, todos nos quedamos en silencio. Más bien, supliqué impaciente para que no fuera una convulsión.

Griselda se quedó mucho tiempo junto a mi cama antes de regresar a la habitación. 

El tercer piso de la Fortaleza de Piedra, donde el calor del mediodía no desaparece hasta la noche, estaba demasiado caliente. 

No podía dormir porque no podía borrar de mi cabeza los ojos rojos llenos de locura de John.

Después de dar vueltas y vueltas sin poder dormir, salté de mi cama y abrí la puerta. El guardia no estaba presente.

 Mi corazón latía con fuerza, pero mis preocupaciones no duraron mucho. No podía adivinar cuándo volverían, así que salí del dormitorio.

Debido a que Griselda era tan astuta y perspicaz, me apresuré a bajar las escaleras, matando el sonido de los pasos, confiando en la luz de las antorchas.

Pero no creo que eso sea algo que no sepa.

No estaba consciente en ese momento. Pero en retrospectiva, los guardias que debían estar allí, habían desaparecido esa noche. 

Es como un espacio en blanco que alguien hubiera borrado. ¿Por qué se fueron? ¿Por qué nadie se dio cuenta de eso?

Los guardias de las puertas no deberían dejar su puesto vacío, ni siquiera por un segundo. Por eso he tenido una vida solitaria como prisionera. 

No puedo salir porque no tengo un marido, y no puedo estar afuera porque mi reputación debe mantenerse intacta.

Todo lo que tengo que hacer es quedarme en mi habitación y en casa, que era nada menos que vivir un encarcelamiento, sufriendo como un gusano inocente que pensaba que era natural vivir así.

¿Lo disfrutaste? ¿Te estás divirtiendo? Todas esas cosas extraordinarias deben haber sido tu voluntad.

Me arrepiento de ello. Lo lamento hasta que me duelen los huesos y mis intestinos están secos. Es una pena que me despierte mientras duermo y golpee mi pecho. 

Tuvimos que cuestionar la ausencia de sentido común y cuestionar la situación en la que nadie se percató de la grave negligencia de la fortaleza, y si mi madre hubiera sobrevivido, debería haber dudado de la situación que parecía ser un acto malicioso. Debería haber hecho algo, pero los lamentos llegan tarde cada vez. 

Como tú ya sabes.

El camino era pesado y silencioso como si todo el alboroto de hace un tiempo solo fuera un sueño. El dormitorio de John estaba terriblemente silencioso. 

¿Cuántos años han pasado desde que te visité? He estado caminando por el pasillo durante mucho tiempo.

No hay nadie deambulando en medio de la noche, incluso si estaba buscando la habitación de mi hermano, él seguía siendo un hombre. 

Si alguien lo hubiera notado, no habría terminado de una buena manera.

Sin embargo, la ansiedad era mayor a esa posibilidad. Llamé a la puerta después de una larga vacilación. Fue una elección al azar.

—John.

No hubo respuesta. Llamé a la puerta de nuevo y susurré rápidamente.

—John, soy yo.

La quietud, que era como una antorcha tenue,  Abrí un poco la puerta y miré dentro. Había una oscuridad en la que no podía decir si había alguien o algo dentro.

No pude entrar, pero el sonido de pasos llegó desde el final del pasillo del otro lado. Parecía que los guardias regresaban.

¿Era realmente el sonido de los pasos de un guardia? No hay forma de saberlo ahora. Pero en aquel entonces, el cabello de todo mi cuerpo se erizó. 

Mis piernas seguían estancadas y  las manos que sostenían el pomo de la puerta se humedecieron. ¿Qué debo hacer? ¿Qué debo hacer? ¿Debería volver? Tengo que volver antes de que me atrapen...

La puerta se abrió inesperadamente. Mi cuerpo también fue empujado hacia atrás.

No tuve mucho tiempo para estar atento. Brazos largos y duros, brazos que sobresalían de la oscura habitación interior, se balancearon alrededor de mi cintura y me atraparon. 

Entré en la habitación como si me hubiera devorado la sombra. Hubo un fuerte sonido de la puerta cerrándose detrás de mí, y la luz que había estado entrando de un lado a otro se borró rápidamente.

El dormitorio, completamente apagado, con las ventanas cerradas, parecía una salida nocturna. 

El tímpano, que se volvió sensible debido a que los ojos habían perdido su función, percibió el aliento de las dos personas que respiraban en la oscuridad.

La mía que se acorta, la de un hombre que respira tanto como un suspiro, y detrás de la puerta, el sonido de una cadena, que desapareció. 

Cuando mi corazón dio un vuelco, alguien se apartó.

—... ¿Quién eres?

Era John.

 


         Traductora: Hanna y Corectora : Songwar


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